La vida es movimiento, la vida es cambio, si nos caemos es porque muy probablemente estamos avanzando, nos movemos. La experiencia del “wipeout” (guaipao) o como llaman los surfistas a la caída de la ola es absolutamente enriquecedora, sin ella, no hay posibilidad alguna de aprendizaje.
Cometer errores está permitido, pero no hacer nada por el miedo a fracasar, es allí donde está el peligro o el verdadero riesgo.
Cuando hablamos de caída, fracasos, wipeouts, etc., tenemos que hablar de la palabra riesgo. Esta tiene múltiples definiciones y podemos asociarla a diversos ámbitos de la vida, pero en términos generales y sencillos, el riesgo es la incertidumbre frente a unos resultados o estado futuro. Cuando nos enfrentamos a una situación en donde no sabemos con certeza cuáles son los resultados futuros de nuestras decisiones, hablamos de riesgo, es decir, todos los días asumimos riesgos, es parte esencial de la vida o mejor dicho, la vida es riesgo.
El miedo
Con el riesgo hay otro elemento muy importante asociado, el miedo. Muchas veces el temor a equivocarnos podría conducirnos a abortar todo lo que podría llegar a ser una idea brillante con resultados sorprendentes. Existe un dicho anónimo que dice “quien intenta hacer algo y fracasa es mucho mejor que quien no intenta hacer nada y triunfa”. Esto es así porque en el fracaso esta la transformación.
El miedo al fracaso podría ser el más elevado de los riesgos. En la famosa parábola de los talentos en la Biblia, Jesús explica muy bien este principio. Dice la parábola que varios Talentos (moneda de la época) son dados por un hombre noble a tres de sus siervos de acuerdo a su capacidad y les dice explícitamente “negociad entre tanto yo vengo”. Este hombre se va por un tiempo a conquistar otros reinos. Al volver, llama a sus tres siervos y pide cuentas. Dos de ellos lograron invertir el dinero y multiplicarlo por lo que fueron premiados por su señor. El tercero dice la Biblia que tuvo “miedo” y guardo el talento celosamente para no arriesgarlo en el mercado. Sabía que su jefe era un hombre severo. La enseñanza viene cuando este hombre Noble al escuchar que el tercer siervo no hizo nada con el Talento por “miedo” a perderlo decide castigarlo severamente y entrega la moneda a aquél que fue más eficiente asumiendo riesgos. Pueden leerla en Mateo 25:14.
Aprender a administrar nuestros talentos también requiere de valentía y una actitud abierta (no irresponsable) frente al riesgo.
Theodor Roosvelt decía “el único hombre que nunca se equivoca es el hombre que nunca hace nada” Equivocarse es la ventana al cambio. Al equivocarnos podemos revisar lo que veníamos haciendo, de tal manera que estaremos generando una nueva posibilidad de éxito. La fórmula es sencilla: primer paso debemos aceptar el error, el segundo es corregirlo y el tercero lograrlo. Esto es un ciclo y la primera parte de la fórmula no la podemos saltar, necesariamente debemos aprender a equivocarnos.
El verdadero riesgo
Cuando vamos por la ola deseada podemos equivocarnos al elegirla, en el tiempo para tomarla o simplemente cuando ya estamos encima de ella, podemos perder el equilibrio y caernos. Mientras tengamos la posibilidad de volver a buscar una nueva ola seguimos en el juego, así funciona, así mejoramos, así evolucionamos. Los errores y las equivocaciones de la vida son la piedra angular de nuestra transformación. Asumámoslos y recordemos que el peor de los riesgos, y tal como nos enseña la parábola de los talentos, es no atrevernos.
Articulo originalmente publicado el 22 de abril del 2014 en el Blog Visión Exterior –> https://visionexterior.wordpress.com/2014/04/22/como-manejar-el-riesgo/